jueves, 27 de febrero de 2014

FOTOS DE PROMESAS

Despues de la acampada donde 3 lobeznos han pasado a ser lobatos, aqui os dejo algunas fotos de las promesas.
Desde este blog la manada os felicita por este nuevo paso que habeis dado en vuestra andadura por la selva.
Y los viejos lobos animan al resto de lobeznos a que sigan sus huellas.























martes, 11 de febrero de 2014

FOTOS DEL PAINT BALL EN TENTEGORRA






















HISTORIAS DE LA SELVA


Os pongo historias que representan a algunos viejos lobos de la selva de Seeonee


AKELA
            Echado cuan largo era sobre su peña, estaba Akela, el enorme y gris Lobo Solitario que  había llegado a ser jefe de la manada gracias a su fuerza y habilidad. Más abajo se  sentaban unos cuarenta lobos de todos tamaños y colores: había veteranos de color de  tejón que podían enfrentarse a solas con un gamo, y había también lobos de tres años de  edad que sólo presumían que habían de poder. Desde hacía un año, el Lobo Solitario los  guiaba a todos. Allá en su juventud había caído dos veces en una trampa; en otra  ocasión había sido apaleado hasta darlo por muerto. Sabía muy bien, pues, los usos y  costumbres de los hombres.
            De pronto, una  madre empujaba a su lobato hacia la luz de la luna para estar segura de que no había  pasado inadvertido. Akela, desde su peña, gritaba:
-Ya saben lo que dice la ley; ya lo saben. ¡Miren bien, lobos!
            Y las madres, ansiosas, repetían:
-¡Miren! ¡Miren bien, lobos!
            Al cabo, llegó el momento -y a mamá Loba se le erizaron todos los pelos del cuello- en que papá empujó a "Mowgli, la rana", corno lo llamaban, hacia el centro. Mowgli se sentó allí, riendo y jugando con algunos guijarros a los que hacía brillar la luz de la luna.
            Sin levantar la cabeza, que hacía descansar sobre sus patas, Akela continuaba profiriendo su monótono grito:
-¡Miren bien!
            Se elevó un sordo rugido detrás de las rocas. Era la voz de Shere Khan que gritaba a su vez:
-Ese cachorro es mío; debéis dármelo. ¿Qué tiene que ver el Pueblo Libre con un cachorro humano?
            Akela ni siquiera movió las orejas. Se limitó a decir:
-¡Miren bien, lobos! ¿Qué le importan al Pueblo Libre los mandatos de cualquiera que no sea el mismo pueblo? ¡Miren bien!
             
            Ahora bien: la ley de la selva ordena que, en caso de ponerse en tela de juicio el derecho  que un cachorro tiene a ser admitido por la manada, deberán defenderlo, a lo menos, dos  miembros de ésta, que no sean su padre o su madre.
-¿Quién alza la voz en favor de este cachorro? -interrogó Akela-. ¿Quién, de los que pertenecen al Pueblo Libre, habla en favor suyo?
            Nadie respondía, y mamá Loba se preparó para lo que ya sabía ella que sería su última  pelea, si era preciso llegar al terreno de la lucha. Pero entonces, Baloo, único animal de otra especie a quien se le permite tomar parte en  el Consejo de la manada; Baloo, el soñoliento oso pardo que alecciona a los lobatos la  ley de la selva; el viejo Baloo, que va y viene por donde quiere porque su alimento se compone sólo de nueces, raíces y miel, se levantó en dos patas y gruño:
-¿El cachorro humano?... ¡Yo hablo en favor del cachorro! No puede hacernos ningún mal. No soy elocuente, pero digo la verdad. Que corra con la manada y que se le cuente como uno de tantos. Yo seré su maestro.
-Ahora necesitamos que hable otro en su favor -dijo Akela-. Ya habló Baloo, el cual es  maestro de nuestros lobatos. ¿Quién quiere hablar además de él?
            Se movió hacia el círculo una sombra negra. Era Bagheera, la pantera, todo el mundo conocía a Bagheera; nadie osaba atravesarse en su camino, porque era tan astuta como Tabaqui, tan audaz como el búfalo salvaje y tan sin freno como un elefante herido. Con todo, su voz era suave como la miel silvestre que se desprende gota a gota de un árbol y su piel era más fina que el plumón.
-¡Akela -dijo en un susurro-, y ustedes, Pueblo Libre! Yo no tengo derecho, cierto, de mezclarme en esta asamblea. Mas la ley de la selva dice que si surge alguna duda, no relacionada con alguna muerte, tocante a un nuevo cachorro, la vida de éste puede comprarse por un precio estipulado. La ley, por último, no dice quién puede o quién no puede pagar ese precio. ¿Es cierto lo que digo?
-¡Muy bien! ¡Muy bien! -dijeron a coro los lobos más jóvenes, hambrientos siempre-. ¡Que hable Bagheera! El cachorro puede comprarse mediante un precio estipulado. Así lo dice la ley.
-Es una vergüenza matar a un cachorro desnudo. Por lo demás, puede ser muy útil para ustedes en la caza, cuando sea mayor. Ya Baloo habló en su defensa. Pues bien: a lo que él dijo, añadiré yo la oferta de un toro cebado, acabado de matar a poca distancia de aquí, si aceptan al cachorro humano de acuerdo con lo que dice la ley. ¿Hay algo qué objetar?
            Se elevó un clamor de docenas de voces que decían:
-¡Qué importa! Ya morirá cuando lleguen las lluvias del invierno; ya le abrasarán vivo los rayos del sol. Una rana desnuda como ésta, ¿en qué puede perjudicarnos? Dejémosle que se junte a la manada. ¿Dónde está el toro, Bagheera? ¡Aceptémoslo!.
            Y se escuchó entonces el profundo ladrido de Akela que advertía:
-¡Mírenlo bien, mírenlo bien, lobos!
            Entre las sombras de la noche, rugía aún Shere Khan, furioso por no haber logrado que le entregaran a Mowgli.
-¡Ea! ¡Ruge, ruge cuanto quieras! –Le dijo Bagheera en sus propias barbas-, O yo no conozco nada a los hombres, o llegará el día en que esa cosa que está allí tan desnuda le hará a su merced rugir en muy distinto tono.
-Hicimos bien -observó Akela-. Los hombres y sus cachorros saben mucho. Con el tiempo, podrá ayudarnos.
            Akela permaneció mudo... Pensaba en aquel tiempo que fatalmente llega para todo jefe de manada, cuando sus fuerzas lo abandonan, cuando se siente más débil cada día, hasta que, al fin, los otros lobos lo matan y viene un nuevo jefe a ocupar su puesto... para que a su vez lo maten también, cuando le llegue el turno.
-Llévatelo -le dijo a papá Lobo- y adiéstralo en todo aquello que debe saber quien pertenece al Pueblo Libre


BALOO
                     Así que BALOO, Profesor de Leyes, le enseñó las Leyes de la Madera y del Agua, cómo distinguir entre una rama podrida y otra buena, cómo hablarles cortésmente a las abejas silvestres cuando se encontrase una de sus colmenas a quince metros sobre el nivel del suelo, qué decirle a MANG, el murciélago, cuando turbase su sueño del mediodía en lo alto de las ramas, y cómo avisar a las serpientes de agua que había en los estanques antes de zambullirse entre ellas. A ninguno de los que forman el Pueblo de la Selva le gusta que lo molesten, por lo que todos son muy propensos a arrojarse sobre el intruso.
                     Luego, MOWGLI aprendió también la Llamada del Forastero, que debe ser repetida en voz alta hasta que alguien conteste a ella siempre que alguno de los habitantes de la Selva esté cazando en territorio ajeno. Traducida, significa "Dadme permiso para cazar aquí, porque tengo hambre". Y la respuesta es: "Caza, pues, en busca de alimento, pero no por placer". Todo esto os hará comprender lo mucho que MOWGLI tuvo que aprenderse de memoria. Y se cansaba mucho de repetir la misma cosa más de cien veces. Pero, como BALOO le dijo a BAGHEERA un día que, tras recibir un pescozón, MOWGLI se había marchado lleno de enojo:
- Un cachorro del Hombre es un cachorro del Hombre y debe aprenderse toda la Ley de la Selva.
- Pero piensa que es muy pequeño -dijo la Pantera Negra, que, de haberse salido con la suya, habría mimado excesivamente a MOWGLI-. ¿Cómo pueden caber tus largas explicaciones en su cabecita?
- ¿Hay algo en la Selva que sea demasiado pequeño para que le den muerte? No.
Pues por eso le enseño estas cosas y por eso le pego muy flojo, cuando las olvida.
- ¡Flojo! ¿Qué sabes tú de pegar flojo, Pies de Hierro? -gruñó BAGHEERA-. Hoy lleva toda la cara magullada a causa de tus golpes... flojos. ¡Uf!
- Preferible es que vaya cubierto de pies a cabeza por mis magulladuras, ya que yo le quiero, a que sufra algún daño por culpa de la ignorancia -contestó BALOO muy seriamente- Ahora le estoy enseñando las Palabras Mágicas de la Selva que lo protegerán contra los pájaros, contra el Pueblo de las Serpientes y contra todos los que cazan sobre cuatro patas, salvo los de su propia Manada. Ahora puede reclamar protección de todos las habitantes de la Selva. Bastará con que recuerde las palabras. ¿No vale eso cualquier pequeña paliza?
- Bueno, pero cuida de no matar al cachorro del Hombre. No es ningún tronco de árbol en el que puedas afilar tus garras. ¿Pero qué Palabras Maestras son esas que dices?
- Es más probable que pueda ayudarte que pedirte ayuda.-BAGHEERA estiró una de sus patas y admiró las afiladas garras, de un color azul acerado, que había en el extremo.- De todos modos -prosiguió-, me gustaría conocerlas. Llamaré a MOWGLI y él las recitará... si quiere. ¡Ven aquí, Hermanito!
- La cabeza me zumba como un árbol lleno de abejas -dijo una vocecita plañidera por encima de sus cabezas.
MOWGLI, lleno de enojo e indignación, bajó deslizándose por el tronco, agregando, en el momento de llegar al suelo:
- Si he venido es por BAGHEERA y no por ti. ¡BALOO gordo y viejo!
- Me da lo mismo -contesto BALOO, aunque se sentía ofendido y apenado-.Entonces dile a BAGHEERA las Palabras Mágicas de la Selva que te he enseñado hoy.
- ¿Las Palabras Mágicas para qué gente? -dijo MOWGLI, encantado de poder lucirse-. La Selva tiene muchas lenguas. Yo me las sé todas.
- Un poco es lo que sabes tú, pero no mucho. Fíjate, BAGHEERA cómo nunca se muestran agradecidos con su profesor. Nunca un lobo pequeñajo ha vuelto para agradecer al viejo BALOO sus enseñanzas.
Pues entonces, oh gran erudito, recita las que se dicen al Pueblo Cazador.
- Tu y yo somos de la misma sangre -dijo MOWGLI adoptando el acento de Oso que utiliza todo el Pueblo Cazador.
- Bien. Ahora veamos los de los pájaros.
MOWGLI las repitió, emitiendo el silbido del Milano al final de cada oración.


BAGHEERA
          Bagheera mataba tres veces en una sola noche y ni así obtenía lo que necesitaba para calmar su apetito. Pero la peor calamidad era la falta de agua, ya que, aunque raras veces beba el pueblo de la selva, ha de beber en gran cantidad, cuando lo hace.
            Siguió adelante el calor y secó toda humedad, y al fin el cauce del río Waingunga fue el único lugar donde corría aún un hilillo de agua entre las muertas riberas.
            De acuerdo con la ley de la selva, desde el momento en que ha sido proclamada la Tregua del Agua, es castigado con la pena de muerte el que mata en los sitios destinados a beber. Beber es antes que comer: ésta es la razón. Cuando lo único que escasea es la caza, cualquiera puede irla pasando mal que bien en la selva. Pero el agua es el agua, y toda caza queda en suspenso mientras el pueblo de la selva tenga que ir por necesidad al único manantial que quede…
-Estos tiempos son malos, pero ya pasarán, si no nos morimos antes -dijo la pantera una noche en que el calor era semejante al de un horno-. ¿Te has llenado el estómago, hombrecito?
-Algo metí en él, pero no me vale. ¿No crees, Bagheera, que las lluvias se olvidaron de nosotros y que no volverán ya más?
-¡De ningún modo! Todavía veremos florecer el mohwa y a los cervatos engordar con la hierba fresca. Vamos a la Peña de la Paz a saber noticias. Sube a mi lomo, hermanito.
            Pero nada fue tan de su gusto como perderse con la pantera en las tibias profundidades del bosque, dormir durante todo el pesado día y contemplar por la noche cómo Bagheera se entregaba a la caza. Mataba ella sin discreción ni miramiento, según su apetito, y lo mismo Mowgli, con una sola excepción: en cuanto tuvo edad suficiente para comprender las cosas, Bagheera le enseñó que se abstuviera de matar ninguna cabeza de ganado porque la propia vida de él había sido rescatada mediante la entrega de un toro.
-Cuanto hay en la selva es tuyo -le dijo Bagheera- puedes matar todo lo que tus fuerzas te permitan. Pero, en memoria del toro que sirvió para salvar tu vida, no pondrás nunca la mano en res alguna, ni siquiera para comerla, sea joven o vieja. La ley de la selva prescribe esto.
            Mowgli obedeció estrictamente lo que se le ordenaba.
            Y creció, creció tan robusto como es forzoso que crezca un niño que no tiene que preocuparse por estudiar las lecciones que aprende por modo natural, y para quien no existen más cuidados que el de conseguir la comida.

KAA
            Un día Mowgli anduvo haciendo amistad con los modos Bandar - log. Estos estimaron bueno tenerla con ellos, pues sería su jefe y les enseñaría a construís casas con ramas. Mowgli se entusiasmó y se quiso ir con ellos. Baloo y Bagheera se lo prohibieron, así que los monos raptaron a Mowgli y se lo llevaron velozmente por los árboles. Mowgli vio a Chil, el milano, dio el grito mágico y le dijo que avisara a sus amigos. Baloo y Bagheera fueron a pedir ayuda a Kaa, quien felizmente estaba hambrienta y se decidió a ir a matar a los monos. Los monos se habían llevado a Mowgli a las Moradas Frías (Ruinas de una antigua ciudad hindú). Llegaron primero Bagheera y Kaa. Mientras Kaa tomaba una conveniente posición de ataque, Bagheera comenzó la lucha. Seis o siete monos tomaron a Mowgli y le echaron dentro de las ruinas por un agujero de una cúpula. Mowgli gritó las palabras mágicas (“Tú y yo somos de la misma sangre”), ya que en las selvas de la India, cualquier ruina es siempre un hormiguero de serpientes venenosas. Estas respetaron a Mowgli.
            Llegó Baloo, Bagheera estaba en muchos aprietos y tuvo que tirarse a una cisterna (los monos eras muchos para ella) Baloo entra en acción golpeando monos, pero su número era excesivo. Cuando Baloo estaba totalmente acosado entró en acción Kaa.
            Ante la serpiente, los monos huyeron despavoridos, pero Kaa los hipnotizó. (Kaa estaba muy furiosa contra los monos porque la habían llamado “Gusano amarillo”) .
            Mowgli, Baloo y Bagheera se fueron. Mowgli recibió de ésta una soberana reprimenda por irse con los Bandar-log, un pueblo desorganizado y sin ley ni lenguaje propio, engreídos y de mala memoria, que en cuanto elegían un jefe, al día siguiente ya se olvidaban de que lo habían elegido y nadie le obedecía. Pueblo de animales cobardes que no cazaban, pues se alimentan de raíces y de frutos de los árboles; molestan al resto de los demás animales lanzándoles proyectiles desde los árboles.



HATHI
            Hubo un tiempo en la selva en la que sobrevino una gran sequía, pues el río Waigunga era un hilillo de agua, lo cual obligo a Hathi, el elefante, a tomar una medida por el bien de todos los animales de la selva. Esta medida consistía en que estaba prohibida la caza en los lugares destinados a beber y así todos los animales podrían beber agua tranquilos.
            Una noche coincidieron en el mismo punto del río Hathi, Mowgli, Baloo y Shere-Khan. Este último miro desafiante y de forma intimidatoria a los tres primeros. Y Hathi se dio cuenta  de como Mowgli sentía algo de miedo hacia esa mirada, por lo que el sabio elefante le contó la historia de donde viene el miedo que sienten unos animales por otros y por los humanos.
            Hathi contaba que hubo un elefante creador de la selva de Seeone, que se llamaba Tha, y que representaba la ley de la selva ya que siempre que había algún problema él lo resolvía con su justicia sabia.
            Un día, al verse muy ocupado, este elefante nombro como juez y señor de la selva al primer tigre. El cual, hizo bien su trabajo impartiendo justicia, hasta que una noche, tras una disputa de dos Gamos, el tigre se enfado y tomo la decisión incorrecta, provocando el desorden en la selva y por lo que el tigre, lleno de vergüenza huyo hacia los pantanos del norte.
            Entonces, cuando Tha se entero de lo sucedido ordeno a las enredaderas y a los arboles que marcaran con rayas al animal causante de aquel hecho, y a los demás animales les advirtió sobre la ley del miedo y les dijo que la buscaran.
            Así que, tras mucho buscar, los animales encontraron el miedo dentro de una caverna, este era el hombre, del cual se atemorizaron y provoco que los animales no quisieran volver a vivir todos juntos.
            Pero el tigre se entero de lo sucedido y fue en busca del miedo para matarlo. Sin embargo, en el camino las plantas y arboles marcaron al tigre haciendo caso de la orden de Tha, y por eso hoy en día los tigres tienen rayas oscuras en su piel.
            De camino, el tigre y Tha se encontraron, y el elefante le advirtió que tuviera misericordia con el hombre a cambio de que ellos tuvieran miedo de él. Y así transmitio la ley de la selva.

            Sin embargo, al llegar el tigre a la cueva, este hirió al hombre, el cual utilizo una lanza para defenderse del ataque, terminando así herido el propio tigre y aprendiendo todos los animales de la selva que el hombre es capaz de atacar a distancia.
            Este ataque del tigre a los humanos provoco un miedo mayor entre todos los animales de la selva que comenzaron su vida separados por especies para poder defenderse del hombre, y así los jabalíes vivirían con jabalíes, los elefantes con elefantes y los lobos con los lobos.
            De esta forma Mowgli comprendió como llego el miedo a los animales y ley de la selva, la cual para los lobatos que do asi:

“El lobato escucha y obedece al viejo lobo, antes que así mismo.”


RAKSHA
            Tras la visita de Tabaqui a la cueva de papa lobo y mama loba este le advirtió de la presencia del malvado Shere - Khan el su territorio, estos no lo creyeron ya que Tabaqui era un chacán odiados por todos por su mala personalidad. Papa y mama loba lo echaron de caverna pero se quedaron vigilando estos oyeron un ruido papa lobo se acercó dispuesto a cazarle, retrocedió inmediatamente.
-¡Un hombre! -exclamó disgustado papa lobo. Un cachorro humano. ¡Mira!
            Frente a él, apoyado en una rama baja, enteramente desnudo, un niño moreno que apenas sabía andar: una cosa, la más simpática y pequeña, la más fina que jamás se había presentado de noche ante la caverna de un lobo. Miró a éste cara a cara y se rio.
-¿Es eso un cachorro de hombre? -dijo mamá Loba-. Nunca vi ninguno. Tráelo.
            Un lobo, si es preciso, puede llevar un huevo en el hocico sin romperlo de esta manera, , ni un solo diente le arañó la piel, la que apareció intacta al colocarlo aquel entre los lobatos. Como bien ordeno Raksha la mama loba.
-¡Qué pequeño! ¡Qué desnudo! Y... ¡qué atrevido! -dijo dulcemente mamá Loba. El niño se abría paso entre los cachorros para arrimarse al calor de la piel-. ¡Vaya! Ahora come con los demás. De manera que éste es un cachorro de hombre, ¿eh? ¡A ver si hubo algún lobo que pudiera  contar que un cachorro humano estuviera  entre sus hijos!
            De pronto, el resplandor de la luna que entraba en la cueva fue interrumpida por la aparición de Shere - Khan y Tabaqui y de repente apartando a sus lobatos apareció mamá Loba se adelantó, fijando sus ojos en los ojos llameantes de Shere Khan; y los ojos de la loba parecían dos verdes lunas brillando en la oscuridad.
-Y yo soy Raksha (el demonio), quien te contesta. El cachorro humano es mío, mío y muy mío. No se le matará. Vivirá y correrá junto con nuestra manada y cazará con ella; y, finalmente, señor cazador de desnudos cachorrillos..., devorador de ranas... matador de pocos..., finalmente, él será quien, a su vez, te cace a ti . Así que, ahora, ¡lárguese!
Papá Lobo la miró con aire sorprendido... Ya casi había olvidado aquellos tiempos en los que mama loba tomaba parte de las cacerías de la manada sin rendirse nunca de ahí su apodo el demonio no era un simple cumplido.
            Quizás Shere Khan hubiera desafiado a papá Lobo, pero no podía atreverse contra mamá Loba. De nuevo mamá Loba entre sus lobatos, y papá Lobo díjole gravemente:
- Es necesario enseñar el cachorro a la manada. ¿Persistes en guardártelo, mamá?
-¡Guardarlo! -respondió ella suspirando-. Desnudo vino, de noche, hambriento y solo, y, con todo, no tenía miedo.¡Guardarlo! ¡Por supuesto que lo guardaré! Acuéstate quietecito, renacuajo. Vendrá el tiempo, Mowgli -porque enadelante llamaré a este pequeño humano Mowgli, la rana- en que no sea usted el cazado por Shere Khan, sino quien le cace a él.



CHIL
            Baloo despertaba a toda la selva con sus ásperos gritos y Bagheera saltaba tronco arriba del árbol, mostrando todos sus dientes. Chillaron los Bandar- log con aire de triunfo, y treparon, jugueteando, a las ramas más altas, donde Bagheera no se atrevió a seguirlos.
Entre tanto, gritaban:
-¡Se ha fijado en nosotros! ¡Bagheera se fijó en nosotros! ¡Nos admira todo el pueblo de la selva por nuestra habilidad y astucia!
            Empezó entonces su huida, y una huida del pueblo de los monos a través del país arbóreo es una cosa realmente indescriptible. Tienen sus caminos amplios y sus atajos, sus subidas y bajadas, todo trazado a quince, veinte o treinta metros por encima del suelo, y viajan por allí inclusive de noche, si es necesario. Dos de los monos más fuertes cogieron a Mowgli por las axilas y se lo llevaron por entre las copas de los árboles, dando saltos de casi seis metros de altura. Al haber marchado completamente libres, su velocidad hubiera sido mayor, pero el peso del muchacho los entorpecía y detenía un poco. Aun cuando se sintió mareado y medio enfermo, Mowgli no pudo menos de deleitarse con aquella loca carrera, por más que lo aterrorizaran los trozos de tierra que vislumbraba allá abajo; y aquel detenerse y partir de nuevo, al final de cada balanceo en el vacío, lo mantenían con el alma en un hilo. Lo conducían sus acompañantes hacia lo más alto de la copa de un árbol, hasta que sentía que crujían y se doblaban con su peso las ramas más delgadas de la cima, y luego, con fuerte resoplido, se arrojaban al aire, avanzando y descendiendo a un mismo tiempo; para después elevarse de nuevo y quedar colgados, por las manos o por los pies, de las ramas inferiores del próximo árbol.
            Columbraba en ocasiones leguas y leguas de extensión en que todo no era sino quieta y verde selva, de igual manera que un hombre encaramado en un mástil abarca millas enteras de mar con la mirada, y entonces el ramaje le sacudía la cara y él y su guía llegaban casi al nivel del suelo. De esta manera, saltando, haciendo ruido, resoplando fuertemente y chillando, la tribu entera de los Bandar-log cruzó los caminos trazados en lo alto de los árboles llevando prisionero a Mowgli. Hubo momentos en que temió éste que lo dejaran caer, lo que hizo que empezara a ponerse de mal humor; pero, demasiado sagaz para rebelarse abiertamente, se limitó a pensar qué haría. Lo primero que le vino a la mente fue avisar a Baloo y a Bagheera, porque, dada la velocidad con que huían los monos, comprendía bien que sus amigos se quedarían muy rezagados. Era del todo inútil mirar hacia abajo, pues nada podía ver si no eran las puntas de las ramas a uno y otro lado. Dirigió, pues, sus ojos hacia arriba, y logró distinguir a lo lejos, en la inmensidad azul, a Chil, el milano, que se balanceaba describiendo curvas en el aire en tanto que vigilaba la selva y esperaba que los seres se murieran en ella. Y así, vio Chil que los monos se habían apoderado de algo que se llevaban, y abatió el vuelo unos centenares de metros para indagar si aquella presa era comestible. Al ver a Mowgli arrastrado hacia lo más alto de la copa de un árbol y al oírle gritar, se sorprendió mucho el milano y le contestó con un silbido: "Tú y yo somos de la misma sangre." La oleada del ramaje se cerró por encima del muchacho, pero Chil, con un balanceo, se dirigió al árbol más próximo en el preciso instante en que asomó de nuevo la cara morena de Mowgli.
-¡Sigue mi pista! -gritó éste-. ¡Avisa a Baloo, de la manada de Seeonee, y a Bagheera,
del Consejo de la Peña!
-¿En nombre de quién, hermano? -preguntó Chil que nunca había visto a Mowgli, pero
que desde luego había oído hablar de él.
-En nombre de Mowgli, la Rana. ¡El hombrecito me llaman! ¡Sigue mi pista!...
            Las últimas palabras hubo de proferirlas cuando de nuevo lo balanceaban en el aire, pero Chil movió la cabeza, asintiendo, y se elevó hasta que su tamaño se tornó no mayor que un grano de polvo, y allí remontado observó con el telescopio de sus ojos el movimiento de las copas de los árboles al paso de la escolta de monos que conducían a Mowgli.