Os pongo historias que representan a algunos viejos lobos de la selva de Seeonee
AKELA
Echado
cuan largo era sobre su peña, estaba Akela, el enorme y gris Lobo Solitario
que había llegado a ser jefe de la
manada gracias a su fuerza y habilidad. Más abajo se sentaban unos cuarenta lobos de todos tamaños
y colores: había veteranos de color de
tejón que podían enfrentarse a solas con un gamo, y había también lobos
de tres años de edad que sólo presumían
que habían de poder. Desde hacía un año, el Lobo Solitario los guiaba a todos. Allá en su juventud había
caído dos veces en una trampa; en otra
ocasión había sido apaleado hasta darlo por muerto. Sabía muy bien,
pues, los usos y costumbres de los
hombres.
De
pronto, una madre empujaba a su lobato
hacia la luz de la luna para estar segura de que no había pasado inadvertido. Akela, desde su peña,
gritaba:
-Ya saben lo que dice la ley; ya lo saben. ¡Miren
bien, lobos!
Y
las madres, ansiosas, repetían:
-¡Miren! ¡Miren bien, lobos!
Al
cabo, llegó el momento -y a mamá Loba se le erizaron todos los pelos del
cuello- en que papá empujó a "Mowgli, la rana", corno lo llamaban,
hacia el centro. Mowgli se sentó allí, riendo y jugando con algunos guijarros a
los que hacía brillar la luz de la luna.
Sin
levantar la cabeza, que hacía descansar sobre sus patas, Akela continuaba
profiriendo su monótono grito:
-¡Miren bien!
Se
elevó un sordo rugido detrás de las rocas. Era la voz de Shere Khan que gritaba
a su vez:
-Ese cachorro es mío; debéis dármelo. ¿Qué tiene
que ver el Pueblo Libre con un cachorro humano?
Akela
ni siquiera movió las orejas. Se limitó a decir:
-¡Miren bien, lobos! ¿Qué le importan al Pueblo
Libre los mandatos de cualquiera que no sea el mismo pueblo? ¡Miren bien!
Ahora
bien: la ley de la selva ordena que, en caso de ponerse en tela de juicio el
derecho que un cachorro tiene a ser
admitido por la manada, deberán defenderlo, a lo menos, dos miembros de ésta, que no sean su padre o su
madre.
-¿Quién alza la voz en favor de este cachorro?
-interrogó Akela-. ¿Quién, de los que pertenecen al Pueblo Libre, habla en
favor suyo?
Nadie
respondía, y mamá Loba se preparó para lo que ya sabía ella que sería su
última pelea, si era preciso llegar al
terreno de la lucha. Pero entonces, Baloo, único animal de otra especie a quien
se le permite tomar parte en el Consejo
de la manada; Baloo, el soñoliento oso pardo que alecciona a los lobatos
la ley de la selva; el viejo Baloo, que
va y viene por donde quiere porque su alimento se compone sólo de nueces,
raíces y miel, se levantó en dos patas y gruño:
-¿El cachorro humano?... ¡Yo hablo en favor del
cachorro! No puede hacernos ningún mal. No soy elocuente, pero digo la verdad.
Que corra con la manada y que se le cuente como uno de tantos. Yo seré su
maestro.
-Ahora necesitamos que hable otro en su favor
-dijo Akela-. Ya habló Baloo, el cual es
maestro de nuestros lobatos. ¿Quién quiere hablar además de él?
Se
movió hacia el círculo una sombra negra. Era Bagheera, la pantera, todo el
mundo conocía a Bagheera; nadie osaba atravesarse en su camino, porque era tan
astuta como Tabaqui, tan audaz como el búfalo salvaje y tan sin freno como un elefante
herido. Con todo, su voz era suave como la miel silvestre que se desprende gota
a gota de un árbol y su piel era más fina que el plumón.
-¡Akela -dijo en un susurro-, y ustedes, Pueblo
Libre! Yo no tengo derecho, cierto, de mezclarme en esta asamblea. Mas la ley
de la selva dice que si surge alguna duda, no relacionada con alguna muerte,
tocante a un nuevo cachorro, la vida de éste puede comprarse por un precio
estipulado. La ley, por último, no dice quién puede o quién no puede pagar ese
precio. ¿Es cierto lo que digo?
-¡Muy bien! ¡Muy bien! -dijeron a coro los lobos
más jóvenes, hambrientos siempre-. ¡Que hable Bagheera! El cachorro puede
comprarse mediante un precio estipulado. Así lo dice la ley.
-Es una vergüenza matar a un cachorro desnudo. Por
lo demás, puede ser muy útil para ustedes en la caza, cuando sea mayor. Ya
Baloo habló en su defensa. Pues bien: a lo que él dijo, añadiré yo la oferta de
un toro cebado, acabado de matar a poca distancia de aquí, si aceptan al
cachorro humano de acuerdo con lo que dice la ley. ¿Hay algo qué objetar?
Se
elevó un clamor de docenas de voces que decían:
-¡Qué importa! Ya morirá cuando lleguen las
lluvias del invierno; ya le abrasarán vivo los rayos del sol. Una rana desnuda
como ésta, ¿en qué puede perjudicarnos? Dejémosle que se junte a la manada.
¿Dónde está el toro, Bagheera? ¡Aceptémoslo!.
Y
se escuchó entonces el profundo ladrido de Akela que advertía:
-¡Mírenlo bien, mírenlo bien, lobos!
Entre
las sombras de la noche, rugía aún Shere Khan, furioso por no haber logrado que
le entregaran a Mowgli.
-¡Ea! ¡Ruge, ruge cuanto quieras! –Le dijo
Bagheera en sus propias barbas-, O yo no conozco nada a los hombres, o llegará
el día en que esa cosa que está allí tan desnuda le hará a su merced rugir en
muy distinto tono.
-Hicimos bien -observó Akela-. Los hombres y sus
cachorros saben mucho. Con el tiempo, podrá ayudarnos.
Akela
permaneció mudo... Pensaba en aquel tiempo que fatalmente llega para todo jefe
de manada, cuando sus fuerzas lo abandonan, cuando se siente más débil cada
día, hasta que, al fin, los otros lobos lo matan y viene un nuevo jefe a ocupar
su puesto... para que a su vez lo maten también, cuando le llegue el turno.
-Llévatelo -le dijo a papá Lobo- y adiéstralo en
todo aquello que debe saber quien pertenece al Pueblo Libre
BALOO
Así que
BALOO, Profesor de Leyes, le enseñó las Leyes de la Madera y del Agua, cómo
distinguir entre una rama podrida y otra buena, cómo hablarles cortésmente a
las abejas silvestres cuando se encontrase una de sus colmenas a quince metros
sobre el nivel del suelo, qué decirle a MANG, el murciélago, cuando turbase su
sueño del mediodía en lo alto de las ramas, y cómo avisar a las serpientes de
agua que había en los estanques antes de zambullirse entre ellas. A ninguno de
los que forman el Pueblo de la Selva le gusta que lo molesten, por lo que todos
son muy propensos a arrojarse sobre el intruso.
Luego,
MOWGLI aprendió también la Llamada del Forastero, que debe ser repetida en voz
alta hasta que alguien conteste a ella siempre que alguno de los habitantes de
la Selva esté cazando en territorio ajeno. Traducida, significa "Dadme
permiso para cazar aquí, porque tengo hambre". Y la respuesta es:
"Caza, pues, en busca de alimento, pero no por placer". Todo esto os
hará comprender lo mucho que MOWGLI tuvo que aprenderse de memoria. Y se
cansaba mucho de repetir la misma cosa más de cien veces. Pero, como BALOO le
dijo a BAGHEERA un día que, tras recibir un pescozón, MOWGLI se había marchado
lleno de enojo:
- Un cachorro del Hombre es un
cachorro del Hombre y debe aprenderse toda la Ley de la Selva.
- Pero piensa que es muy pequeño
-dijo la Pantera Negra, que, de haberse salido con la suya, habría mimado
excesivamente a MOWGLI-. ¿Cómo pueden caber tus largas explicaciones en su
cabecita?
- ¿Hay algo en la Selva que sea
demasiado pequeño para que le den muerte? No.
Pues por eso le enseño estas
cosas y por eso le pego muy flojo, cuando las olvida.
- ¡Flojo! ¿Qué sabes tú de pegar
flojo, Pies de Hierro? -gruñó BAGHEERA-. Hoy lleva toda la cara magullada a
causa de tus golpes... flojos. ¡Uf!
- Preferible es que vaya cubierto
de pies a cabeza por mis magulladuras, ya que yo le quiero, a que sufra algún
daño por culpa de la ignorancia -contestó BALOO muy seriamente- Ahora le estoy
enseñando las Palabras Mágicas de la Selva que lo protegerán contra los
pájaros, contra el Pueblo de las Serpientes y contra todos los que cazan sobre
cuatro patas, salvo los de su propia Manada. Ahora puede reclamar protección de
todos las habitantes de la Selva. Bastará con que recuerde las palabras. ¿No
vale eso cualquier pequeña paliza?
- Bueno, pero cuida de no matar
al cachorro del Hombre. No es ningún tronco de árbol en el que puedas afilar
tus garras. ¿Pero qué Palabras Maestras son esas que dices?
- Es más probable que pueda ayudarte que pedirte
ayuda.-BAGHEERA estiró una de sus patas y admiró las afiladas garras, de un
color azul acerado, que había en el extremo.- De todos modos -prosiguió-, me
gustaría conocerlas. Llamaré a MOWGLI y él las recitará... si quiere. ¡Ven aquí,
Hermanito!
- La cabeza me zumba como un árbol lleno de abejas -dijo
una vocecita plañidera por encima de sus cabezas.
MOWGLI, lleno de enojo e indignación, bajó deslizándose por
el tronco, agregando, en el momento de llegar al suelo:
- Si he venido es por BAGHEERA y no por ti. ¡BALOO gordo y
viejo!
- Me da lo mismo -contesto BALOO, aunque se sentía ofendido
y apenado-.Entonces dile a BAGHEERA las Palabras Mágicas de la Selva que te he
enseñado hoy.
- ¿Las Palabras Mágicas para qué gente? -dijo MOWGLI,
encantado de poder lucirse-. La Selva tiene muchas lenguas. Yo me las sé todas.
- Un poco es lo que sabes tú, pero no mucho. Fíjate,
BAGHEERA cómo nunca se muestran agradecidos con su profesor. Nunca un lobo
pequeñajo ha vuelto para agradecer al viejo BALOO sus enseñanzas.
Pues entonces, oh gran erudito, recita las que se dicen al
Pueblo Cazador.
- Tu y yo somos de la misma sangre -dijo MOWGLI adoptando
el acento de Oso que utiliza todo el Pueblo Cazador.
- Bien. Ahora veamos los de los pájaros.
MOWGLI las repitió, emitiendo el silbido del Milano al
final de cada oración.
BAGHEERA
Bagheera mataba tres veces
en una sola noche y ni así obtenía lo que necesitaba para calmar su apetito.
Pero la peor calamidad era la falta de agua, ya que, aunque raras veces beba el
pueblo de la selva, ha de beber en gran cantidad, cuando lo hace.
Siguió adelante el calor y
secó toda humedad, y al fin el cauce del río Waingunga fue el único lugar donde
corría aún un hilillo de agua entre las muertas riberas.
De acuerdo con la ley de la selva, desde el momento en
que ha sido proclamada la Tregua del Agua, es castigado con la pena de muerte
el que mata en los sitios destinados a beber. Beber es antes que comer: ésta es
la razón. Cuando lo único que escasea es la caza, cualquiera puede irla pasando
mal que bien en la selva. Pero el agua es el agua, y toda caza queda en
suspenso mientras el pueblo de la selva tenga que ir por necesidad al único
manantial que quede…
-Estos tiempos son malos,
pero ya pasarán, si no nos morimos antes -dijo la pantera una noche en que el
calor era semejante al de un horno-. ¿Te has llenado el estómago, hombrecito?
-Algo metí en él, pero no
me vale. ¿No crees, Bagheera, que las lluvias se olvidaron de nosotros y que no
volverán ya más?
-¡De ningún modo! Todavía
veremos florecer el mohwa y a los cervatos engordar con la hierba fresca. Vamos
a la Peña de la Paz a saber noticias. Sube a mi lomo, hermanito.
Pero nada fue tan de su gusto como perderse con la
pantera en las tibias profundidades del bosque, dormir durante todo el pesado
día y contemplar por la noche cómo Bagheera se entregaba a la caza. Mataba ella
sin discreción ni miramiento, según su apetito, y lo mismo Mowgli, con una sola
excepción: en cuanto tuvo edad suficiente para comprender las cosas, Bagheera
le enseñó que se abstuviera de matar ninguna cabeza de ganado porque la propia
vida de él había sido rescatada mediante la entrega de un toro.
-Cuanto hay en la selva es
tuyo -le dijo Bagheera- puedes matar todo lo que tus fuerzas te permitan. Pero,
en memoria del toro que sirvió para salvar tu vida, no pondrás nunca la mano en
res alguna, ni siquiera para comerla, sea joven o vieja. La ley de la selva
prescribe esto.
Mowgli obedeció estrictamente lo que se le ordenaba.
Y creció, creció tan robusto como es forzoso que crezca
un niño que no tiene que preocuparse por estudiar las lecciones que aprende por
modo natural, y para quien no existen más cuidados que el de conseguir la
comida.
KAA
Un
día Mowgli anduvo haciendo amistad con los modos Bandar - log. Estos estimaron
bueno tenerla con ellos, pues sería su jefe y les enseñaría a construís casas
con ramas. Mowgli se entusiasmó y se quiso ir con ellos. Baloo y Bagheera se lo
prohibieron, así que los monos raptaron a Mowgli y se lo llevaron velozmente por
los árboles. Mowgli vio a Chil, el milano, dio el grito mágico y le dijo que
avisara a sus amigos. Baloo y Bagheera fueron a pedir ayuda a Kaa, quien
felizmente estaba hambrienta y se decidió a ir a matar a los monos. Los monos
se habían llevado a Mowgli a las Moradas Frías (Ruinas de una antigua ciudad
hindú). Llegaron primero Bagheera y Kaa. Mientras Kaa tomaba una conveniente
posición de ataque, Bagheera comenzó la lucha. Seis o siete monos tomaron a Mowgli
y le echaron dentro de las ruinas por un agujero de una cúpula. Mowgli gritó
las palabras mágicas (“Tú y yo somos de la misma sangre”), ya que en las selvas
de la India, cualquier ruina es siempre un hormiguero de serpientes venenosas.
Estas respetaron a Mowgli.
Llegó
Baloo, Bagheera estaba en muchos aprietos y tuvo que tirarse a una cisterna
(los monos eras muchos para ella) Baloo entra en acción golpeando monos, pero
su número era excesivo. Cuando Baloo estaba totalmente acosado entró en acción
Kaa.
Ante
la serpiente, los monos huyeron despavoridos, pero Kaa los hipnotizó. (Kaa
estaba muy furiosa contra los monos porque la habían llamado “Gusano amarillo”)
.
Mowgli,
Baloo y Bagheera se fueron. Mowgli recibió de ésta una soberana reprimenda por
irse con los Bandar-log, un pueblo desorganizado y sin ley ni lenguaje propio,
engreídos y de mala memoria, que en cuanto elegían un jefe, al día siguiente ya
se olvidaban de que lo habían elegido y nadie le obedecía. Pueblo de animales
cobardes que no cazaban, pues se alimentan de raíces y de frutos de los
árboles; molestan al resto de los demás animales lanzándoles proyectiles desde
los árboles.
HATHI
Hubo
un tiempo en la selva en la que sobrevino una gran sequía, pues el río Waigunga
era un hilillo de agua, lo cual obligo a Hathi, el elefante, a tomar una medida
por el bien de todos los animales de la selva. Esta medida consistía en que
estaba prohibida la caza en los lugares destinados a beber y así todos los
animales podrían beber agua tranquilos.
Una
noche coincidieron en el mismo punto del río Hathi, Mowgli, Baloo y Shere-Khan.
Este último miro desafiante y de forma intimidatoria a los tres primeros. Y
Hathi se dio cuenta de como Mowgli
sentía algo de miedo hacia esa mirada, por lo que el sabio elefante le contó la
historia de donde viene el miedo que sienten unos animales por otros y por los
humanos.
Hathi
contaba que hubo un elefante creador de la selva de Seeone, que se llamaba Tha,
y que representaba la ley de la selva ya que siempre que había algún problema
él lo resolvía con su justicia sabia.
Un
día, al verse muy ocupado, este elefante nombro como juez y señor de la selva
al primer tigre. El cual, hizo bien su trabajo impartiendo justicia, hasta que
una noche, tras una disputa de dos Gamos, el tigre se enfado y tomo la decisión
incorrecta, provocando el desorden en la selva y por lo que el tigre, lleno de
vergüenza huyo hacia los pantanos del norte.
Entonces,
cuando Tha se entero de lo sucedido ordeno a las enredaderas y a los arboles que
marcaran con rayas al animal causante de aquel hecho, y a los demás animales
les advirtió sobre la ley del miedo y les dijo que la buscaran.
Así
que, tras mucho buscar, los animales encontraron el miedo dentro de una
caverna, este era el hombre, del cual se atemorizaron y provoco que los
animales no quisieran volver a vivir todos juntos.
Pero
el tigre se entero de lo sucedido y fue en busca del miedo para matarlo. Sin
embargo, en el camino las plantas y arboles marcaron al tigre haciendo caso de
la orden de Tha, y por eso hoy en día los tigres tienen rayas oscuras en su
piel.
De
camino, el tigre y Tha se encontraron, y el elefante le advirtió que tuviera
misericordia con el hombre a cambio de que ellos tuvieran miedo de él. Y así
transmitio la ley de la selva.
Sin
embargo, al llegar el tigre a la cueva, este hirió al hombre, el cual utilizo
una lanza para defenderse del ataque, terminando así herido el propio tigre y
aprendiendo todos los animales de la selva que el hombre es capaz de atacar a
distancia.
Este
ataque del tigre a los humanos provoco un miedo mayor entre todos los animales
de la selva que comenzaron su vida separados por especies para poder defenderse
del hombre, y así los jabalíes vivirían con jabalíes, los elefantes con
elefantes y los lobos con los lobos.
De
esta forma Mowgli comprendió como llego el miedo a los animales y ley de la
selva, la cual para los lobatos que do asi:
“El
lobato escucha y obedece al viejo lobo, antes que así mismo.”
RAKSHA
Tras
la visita de Tabaqui a la cueva de papa lobo y mama loba este le advirtió de la
presencia del malvado Shere - Khan el su territorio, estos no lo creyeron ya
que Tabaqui era un chacán odiados por todos por su mala personalidad. Papa y
mama loba lo echaron de caverna pero se quedaron vigilando estos oyeron un
ruido papa lobo se acercó dispuesto a cazarle, retrocedió inmediatamente.
-¡Un hombre! -exclamó disgustado papa lobo. Un
cachorro humano. ¡Mira!
Frente
a él, apoyado en una rama baja, enteramente desnudo, un niño moreno que apenas
sabía andar: una cosa, la más simpática y pequeña, la más fina que jamás se
había presentado de noche ante la caverna de un lobo. Miró a éste cara a cara y
se rio.
-¿Es eso un cachorro de hombre? -dijo mamá Loba-.
Nunca vi ninguno. Tráelo.
Un
lobo, si es preciso, puede llevar un huevo en el hocico sin romperlo de esta
manera, , ni un solo diente le arañó la piel, la que apareció intacta al
colocarlo aquel entre los lobatos. Como bien ordeno Raksha la mama loba.
-¡Qué pequeño! ¡Qué desnudo! Y... ¡qué atrevido!
-dijo dulcemente mamá Loba. El niño se abría paso entre los cachorros para
arrimarse al calor de la piel-. ¡Vaya! Ahora come con los demás. De manera que
éste es un cachorro de hombre, ¿eh? ¡A ver si hubo algún lobo que pudiera contar que un cachorro humano estuviera entre sus hijos!
De
pronto, el resplandor de la luna que entraba en la cueva fue interrumpida por
la aparición de Shere - Khan y Tabaqui y de repente apartando a sus lobatos
apareció mamá Loba se adelantó, fijando sus ojos en los ojos llameantes de
Shere Khan; y los ojos de la loba parecían dos verdes lunas brillando en la
oscuridad.
-Y yo soy Raksha (el demonio), quien te contesta.
El cachorro humano es mío, mío y muy mío. No se le matará. Vivirá y correrá
junto con nuestra manada y cazará con ella; y, finalmente, señor cazador de
desnudos cachorrillos..., devorador de ranas... matador de pocos...,
finalmente, él será quien, a su vez, te cace a ti . Así que, ahora, ¡lárguese!
Papá Lobo la miró con aire sorprendido... Ya casi
había olvidado aquellos tiempos en los que mama loba tomaba parte de las
cacerías de la manada sin rendirse nunca de ahí su apodo el demonio no era un
simple cumplido.
Quizás
Shere Khan hubiera desafiado a papá Lobo, pero no podía atreverse contra mamá
Loba. De nuevo mamá Loba entre sus lobatos, y papá Lobo díjole gravemente:
- Es necesario enseñar el cachorro a la manada.
¿Persistes en guardártelo, mamá?
-¡Guardarlo! -respondió ella suspirando-. Desnudo
vino, de noche, hambriento y solo, y, con todo, no tenía miedo.¡Guardarlo! ¡Por
supuesto que lo guardaré! Acuéstate quietecito, renacuajo. Vendrá el tiempo,
Mowgli -porque enadelante llamaré a este pequeño humano Mowgli, la rana- en que
no sea usted el cazado por Shere Khan, sino quien le cace a él.
CHIL
Baloo despertaba a toda la selva con
sus ásperos gritos y Bagheera saltaba tronco arriba del árbol, mostrando todos
sus dientes. Chillaron los Bandar- log con aire de triunfo, y treparon,
jugueteando, a las ramas más altas, donde Bagheera no se atrevió a seguirlos.
Entre tanto,
gritaban:
-¡Se ha
fijado en nosotros! ¡Bagheera se fijó en nosotros! ¡Nos admira todo el pueblo
de la selva por nuestra habilidad y astucia!
Empezó entonces su huida, y una
huida del pueblo de los monos a través del país arbóreo es una cosa realmente
indescriptible. Tienen sus caminos amplios y sus atajos, sus subidas y bajadas,
todo trazado a quince, veinte o treinta metros por encima del suelo, y viajan
por allí inclusive de noche, si es necesario. Dos de los monos más fuertes cogieron
a Mowgli por las axilas y se lo llevaron por entre las copas de los árboles, dando
saltos de casi seis metros de altura. Al haber marchado completamente libres,
su velocidad hubiera sido mayor, pero el peso del muchacho los entorpecía y
detenía un poco. Aun cuando se sintió mareado y medio enfermo, Mowgli no pudo
menos de deleitarse con aquella loca carrera, por más que lo aterrorizaran los
trozos de tierra que vislumbraba allá abajo; y aquel detenerse y partir de nuevo,
al final de cada balanceo en el vacío, lo mantenían con el alma en un hilo. Lo
conducían sus acompañantes hacia lo más alto de la copa de un árbol, hasta que
sentía que crujían y se doblaban con su peso las ramas más delgadas de la cima,
y luego, con fuerte resoplido, se arrojaban al aire, avanzando y descendiendo a
un mismo tiempo; para después elevarse de nuevo y quedar colgados, por las
manos o por los pies, de las ramas inferiores del próximo árbol.
Columbraba en ocasiones leguas y
leguas de extensión en que todo no era sino quieta y verde selva, de igual
manera que un hombre encaramado en un mástil abarca millas enteras de mar con
la mirada, y entonces el ramaje le sacudía la cara y él y su guía llegaban casi
al nivel del suelo. De esta manera, saltando, haciendo ruido, resoplando fuertemente
y chillando, la tribu entera de los Bandar-log cruzó los caminos trazados en lo
alto de los árboles llevando prisionero a Mowgli. Hubo momentos en que temió
éste que lo dejaran caer, lo que hizo que empezara a ponerse de mal humor;
pero, demasiado sagaz para rebelarse abiertamente, se limitó a pensar qué
haría. Lo primero que le vino a la mente fue avisar a Baloo y a Bagheera, porque,
dada la velocidad con que huían los monos, comprendía bien que sus amigos se quedarían
muy rezagados. Era del todo inútil mirar hacia abajo, pues nada podía ver si no
eran las puntas de las ramas a uno y otro lado. Dirigió, pues, sus ojos hacia
arriba, y logró distinguir a lo lejos, en la inmensidad azul, a Chil, el
milano, que se balanceaba describiendo curvas en el aire en tanto que vigilaba
la selva y esperaba que los seres se murieran en ella. Y así, vio Chil que los
monos se habían apoderado de algo que se llevaban, y abatió el vuelo unos
centenares de metros para indagar si aquella presa era comestible. Al ver a
Mowgli arrastrado hacia lo más alto de la copa de un árbol y al oírle gritar,
se sorprendió mucho el milano y le contestó con un silbido: "Tú y yo somos
de la misma sangre." La oleada del ramaje se cerró por encima del
muchacho, pero Chil, con un balanceo, se dirigió al árbol más próximo en el
preciso instante en que asomó de nuevo la cara morena de Mowgli.
-¡Sigue mi
pista! -gritó éste-. ¡Avisa a Baloo, de la manada de Seeonee, y a Bagheera,
del Consejo
de la Peña!
-¿En nombre
de quién, hermano? -preguntó Chil que nunca había visto a Mowgli, pero
que desde
luego había oído hablar de él.
-En nombre de
Mowgli, la Rana. ¡El hombrecito me llaman! ¡Sigue mi pista!...
Las últimas palabras hubo de
proferirlas cuando de nuevo lo balanceaban en el aire, pero Chil movió la
cabeza, asintiendo, y se elevó hasta que su tamaño se tornó no mayor que un
grano de polvo, y allí remontado observó con el telescopio de sus ojos el
movimiento de las copas de los árboles al paso de la escolta de monos que
conducían a Mowgli.
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